miércoles, 6 de julio de 2011

Cuentos de nadas.

Érase otra vez un viernes noche. Érase otra ciudad llena de fiesta. Y puestos a ser,érase una manada de princesas con piercing bajo el tanga, recién y muy salidas de sus torreones de 30 metros, custodiados de lunes a viernes por dragones llamados Aula y Curro. Aunque si bien es verdad, las princesas no han cambiado mucho, se quedan con el primero que les rescata de su torre, sin tener en cuenta el sexo, la raza, su belleza o su inteligencia. Son así de princesas.
Decenas de miles de lobos feroces recorrían los bosques encantados de conocerse, y de liberar al pulgarcito que llevaban dentro, mientras los tres cerditos se quedaban en casas de papel higiénico esperando la hora mágica en la que la tele se transformaba en un peep show.

Eran tiempos convulsos. Las brujas malas iban de hadas madrinas, los peores flautistas se hacían residenres, los ogros más idiotas custodiaban cualquier cosa parecida a un garito, y las manzanas envenenadas tenían forma de vaso de tubo y consecuencias del garrafón. El azul príncipe desteñía a un morado intruso con la luz del amanecer, y los zapatos de cristal estaban ya disponibles para cualquier talla, sexo y condición.

Todo empezaba a ser mucho menos colorín y mucho más colorado. Ellas juraban que sólo salían para divertirse. Ellos jurarían lo que hiciese falta para no acabar diviertiéndose solos.

Así son las cosas, no nos debe extrañar nada que las más bellas fueran durmientes, que hubiese caperuzas de todos los tamaños, colores y sabores, y que las nieves no fuesen las únicas blancas ni las únicas nieves. Así las cosas, está costando creerse los propios cuentos de hadas. Y resignarse a que el "final feliz" sea más feliz por ser final que otra cosa.

Ya nadie quería comer perdices. ¡Tú sabes la de grasa que lleva eso!. Mejor una barrita a media mañana y una ensalada para cenar. Que luego había que enfundarse el traje nuevo de Emporio Armani, Dolce Gabanna o Chanel de turno, modernos Merlines al servicio de los mejores cisnes de quita y pon.

Mientras Hansel denunciaba a Getel en prime time por no compartir la rentable exclusivo de su incesto, el rey abdicaba noche sí, noche también en todo aquel que supiese pronunciar un "ábrete sésamo", un "estoy en la lista" o un "tengo copas gratis".

Había que aprovechar. Había que hacerlo. El lunes los maestros y los jefes volverían a croar desde sus apestosas charcas. Ese mismo lunes despertaríamos los demás y nos convertiríamos en ratas, ratones y calabazas. Volveríamos a ser dignos de nadie, con nuestras vidas de nada y nuestros sueños de nunca jamás.

Algunos, sólo algunos, lograrían un mail falso, los menos un teléfono borroso y los más cuentistas, una noche para no dormir.

El resto, bueno, el resto nos conformaríamos a vivir esas historias de nunca empezar mientras aguardábamos al siguiente milagro llamado viernes noche en el que, con suerte, ocurriría de nuevo eso tan excepcional.

Volver a serse que se era.






 D.

domingo, 12 de junio de 2011

al fin, la verdad.

Al fin, la verdad. 

La que debería haber sabido hace mucho tiempo. La misma que se ha envuelto en un halo de misterio durante mucho tiempo. La misma que estaba tapada por muchas personas, cómplices e inocentes todas ellas de pagar con el horror de atraverse a mirar a mi cara sin sentir un halo de remordimiento.

La misma de la que tú me has negado. Una y otra vez. Hasta cuándo ya no nos unía nada. La misma que podrías haberme negado si ahora te lo hubiera preguntado. La misma que si yo la tuviera que ocultar me moriría.

Que hipócritas fuimos. Accedimos alargar algo que hace un tiempo se debió de terminar.
Que imbéciles fuimos. Y qué poca verguenza la tuya de continuar la agonía. Aquella que desde el momento que pusiste la mina sabrías que algún día me explotaría a mí y no a tí.
Que cojones tienes. Todo lo que has hecho habiéndome clavado la puñalada ya. Reprochar cosas que tú hiciste primero.
Que sangre fría tienes. Dejarme agonizando siendo tú la que disparaste.

No intentes decirme ahora que confíe en tí. No confíes en que te trataré como alguien más. No trataré de creerte. Y creer que no intentes que sea el mismo contigo.
Contigo. Empiezo a odiar esa palabra.

Muchas veces he pensado que me he pasado al juzgarte de una determinada forma, de haber dicho cosas de tí que no debía, de publicar incluso aqu´cosas que no te mereces. Ahora me he dado cuenta. Las palabras duelen menos que los actos. Y mis palabras son bello jardín en comparación con tus actos.

Te querré en silencio pero te odiaré con más ganas que nunca.

Ya te lo dije una vez. Tú y yo nunca podremos ser amigos. Lo que no sabes es que ya no quiero ser nada de tí. Ni que me recuerdes. Ni que me aprecies. Porque ya tienes lo que querías.
Eres libre para hacer lo que quieras sin importarme.
Eres libre para olvidarme.





D.

jueves, 2 de junio de 2011

desde aquel momento..

Aún intento recordar cuándo fue el primer día en el que te ví. En qué condiciones. En qué sentía la primera vez que nuestros ojos se cruzaron cuándo nos dirigimos nuestras primeras palabras, cuándo disfrutamos juntos. Es increíble, no lo recuerdo.

Lo intento recordar porque ese día fue clave en mi vida. Sé que en la tuya no, pero eso no me importa, no he venido a hablar de tí. Sino de mí. Y de mí y de ese día he venido a contarte.

Todo lo que soy se decidió aquel día. Todo lo que iba a ser se esfumó aquel día. Todo lo que soy ahora nació ese día. Lo bueno. Lo malo.

Es curioso como determinadas acciones o actos pueden cambiar tu vida y su rumbo, y luego nunca saber si al desviarte de él hiciste lo correcto o no.


Porque si no te hubiera conocido, a lo mejor ese año hubiera aprobado mi Bachiller. A lo mejor sería universitario. Vete tu a saber en qué carrera y con qué salidas, pero sé que distinto a lo que tengo ahora.
Porque si no te hubiera conocido, no saldría de fiesta con el único fin de buscar otros labios para no pensar en los tuyos, en tocar otros cuerpos para olvidarme del tuyo, en no buscar a la vez el amor y el "aquí te pillo, aquí te mato". En convertirme en un cabrón repulsivo cuándo llego a casa y me doy cuenta de lo que he hecho.

Porque si no te hubiera conocido, estoy seguro de que no hubiera conocido a una gran amiga, a una clase como la que tengo y a muchos otros. No digo que sea malo, no. Sino que hubiera sido diferente. Probablemente tan siquiera saldría con la gente con la que salgo, me divertiría vete tú a saber con quién, de qué forma y el ritmo de vida que llevaría.

Porque si no te hubiera conocido, a lo mejor tendría otro futuro, estaría trabajando, o tendría dinero o compañía para estar viajando por el mundo sin que tuviera que pensar que ahí, en el Empire State deberías estar tú.

Porque si no te hubiera conocido, no hubiera conocido el amor, no hubiera conocido la enorme desdicha de perder a alguien, de sufrir con alguien, de esa sensación de soledad. A lo mejor me hubiera llevado otras decepciones, eso seguro, pero menos dolorosas de las que sigo cargando sobre mis hombros.


Mi carácter. Mi personalidad. Mi presente. Mi futuro. Mis amigos. Mis decisiones. Mis actos.
 Es curioso saber que en un instante, toda tu vida puede dar un giro de 180º. Una vuelta a la tortilla. El mundo del revés. Y tú sin saberlo.

 Creer que hechos tan importantes como hacer la Selectividad, tu comunión, tu graduación, tu boda, tu primer polvo, tu primera nómina, el nacimiento de tu hijo, etc son los que deciden tu vida y marcan su dirección. Y equivocarte.

Tu vida se decide en cualquier instante sin tu saber que va a ocurrir así y realizar actos sin saber lo que estás haciendo.
Yo por ejemplo podría haberte evitado ese día y muchos otros si lo hubiera sabido, pero no lo hice y así es el que está escribiendo ahora aquí.


Ahora yo te voy a hacer una pregunta, que es demasiado complicado de contestar.¿Preparada?Allá va.

¿Cómo te sientes al saber que has decidido el rumbo de mi vida?





D.

lunes, 30 de mayo de 2011

callejero de mí.

Lunes. Las pocas de cada mañana. Como cada día salgo hacia adentro para pasearme un rato.

Empiezo en mi calle. Siempre cuesta arriba. La tomes por donde la tomes. Hay que joderse.

Enseguida llego a la Avenida Ilusión, una preciosa vía arbolada y llena de bombillas de esas que se apagan en cuánto se encienden. Desemboca por un lado en el Callejón de los Listillos, presidido por la estatua homenaje a todos los "Ya te lo dije", y por otro lado, en la Plaza de la Gran Hostia, con su placa conmemorativa al último "No lo haré más".
Cada día más grande, a este paso llegaremos a hacer el paseo de la fama de los errores.

Conozco varios atajos que llevan diretamente a los suburbios de la Felicidad, pero hoy no los voy a usar. No por nada, sino porque ese tipo de tráfico siempre acaba cobrando un peaje, y hoy me dejé la cartera en casa.

En vez de eso, tiro derecho al Túnel del Miedo, siempre en reparación. No sé cuándo van a erminar esas obras. Así no me extraña que siempre acabe atascado, lento, muerto. Es por eso quizá que no tiene más de un agujero, y que nunca jamás acaba llevándote a ningún lado.

Intento evitar la parálisis desviándome hacia la Autopista del Sexo, y como no podía ser de otra manera, me paso de salida.
A estas alturas ya me voy dando cuenta de que todos van llegando a la Urbanización de los Felizmente Casados menos yo. En fin, da igual.

Creo que voy por mi Calzada Femenina, lo sé porque no paro de dar vueltas y vueltas por innumerables rotondas que no llevan jamás al punto al que creía dirigirme. Sí, así es, acabo de pasar de un simple carril de ida, a ocho carriles en cuatro sentidos con diez vías de retorno al punto cero.

Voy a preguntar. Intento parar a alguien que no sólo no responde a mi pregunta, sino que me escupe en el parabrisas, me pincha una rueda, me mete el dedo en el ojo y me dice que por aquí no vuelva más. Esto es la Ronda de las Ex.
Las malas lenguas dicen que, aprovechando que corre paralela al Río de Lágrimas, quieren cubrirla entera y convertirla en un Paseo de Soledad; pero eso depende de que no haya suficientes Fondos de Compensación.

Sal de aquí. Pero ya.

Llegó a otro cruce de cables, tengo la sensación de que debo andar cerca. Esto me suena, ah sí, antes era la Calle del Amor Eterno, pero ahora la cambian de nombre. Cada cien metros.

Al final, sigo palante. Y lo hago porque sé que tras un paso a nivel, kilómetros sin pavimentar, miles de socavones y varios callejones sin salida vuelvo a encontrarme con  uns sonrisa que me muerde los morros, y me hace la misma pregunta de siempre.

Y yo para qué te regalé un GPS.







D.

domingo, 15 de mayo de 2011

mentiras.

Que tontería decir algo, si os voy a mentir en todo lo que os diga. De nada me servirá que la persona que me aprecie quiera que no la mienta pero lo haré, porque al menos me sentiré bien.
No se en que condiciones escribo esto y si me arrepentiré de lo escrito, sólo sé que lo que diga aquí es mentira.
Cosas cómo que no me importas. Cosas como que me da igual que no me hagas caso. Cosas como que entiendo que cuándo te hago caso, tú me ignores. Cosas como que no te esperaré. Cosas como que en realidad ahora mismo estoy genial.
Cómo si no me hubiera dado cuenta de todo. Como que después de todo me importas un bledo. Como que no se como puedo seguir así. Como que tú eres tan normal como las demás. Como si no me merecerías la pena. Como que no me importó que borrarás todo aquello que fue de lo nuestro. Qué no te lo perdone. Que lo entendí. Algo como que no me gustaría saber que pasa por tu cabeza. No me gustaría saber qué coño quieres de mí.
Supongo que querrás ver hasta dónde soy capaz de llegar. Pues bien, creo que hasta el final. Como supondrás mi mente te va a olvidar fácilmente.
Como que no te extraño absolutamente nada. Como que las hay mejores que tú. Cómo que en realidad no siento nada por tí.
Lo dicho antes, y os vuelvo a pedir disculpas.
Os he mentido.



D.

domingo, 17 de abril de 2011

yo siempre te he dado los besos que tú nunca me has pedido.

Lo único que me ata aquí es que no puedo fugarme lejos, porque en algunas ocasiones lo que deseas es largarte y olvidar todo cuánto existe en tu vida. Sólo preocuparse de saber que paso vas a dar.

El ser humano es muy hipócrita. Demasiado hipócrita. Hipócritas como aquellos que creen en su derecho a que su palabra es superior a los demás, hipócritas que se piensan que no les critican. O más aún que el hecho de que te critiquen te la resbale. Y todavía más el hecho de pensar que él puede y los demás no poseer ese hecho. Me molesta tanto la hipocresía barata, las medias tintas, de callarse cuándo debes decirlo.

Tan hipócrita como yo, que puedo llegar a creer que nadie va a ser mejor que yo en tu vida, ni que nadie te va a dar lo que yo te dí, ni qué nadie te perdonará lo imperdonable. Iluso e hipócrita de mí. Me odio a mí mismo.

El único problema de seguir enredado en la misma órbita, llena de desesperación, alegría y contradicciones cada una en su justa medida y dependiendo del tiempo, de si hace sol o vete a saber de que razón, es que no consigo sacarte de ella. Y lo hago porque me he vuelto demasiado exquisito, demasiado raro. Pienso en cosas que no debería pensar, en que debería dejar actuar. Mi cabeza lo sabe, pero no quiere hacerlo.

Y tú mientras en la órbita haciendo lo que te da la gana, cuándo te da la gana. Como si tu fueras la creadora de mi cosmos, dispuesta a destruir y reconstruirlo para volver a destruirlo cuándo más te pique a tí.

A quién todavía no haya probado ser correspondido, un consejo: NI SE OS OCURRA HACERLO

Perdéreis toda vuestra identidad, vuestra libertad tanto física como mental, y probablemente sufriréis mucho más de lo que disfrutéis. Sólo que seguimos siendo tan hipócritas de quedarnos en nuestra mente con lo bueno.

Si existiría una máquina para retroceder el tiempo y cambiar algo del pasado elegiría, sin dudarlo, el día que fui correspondido.

Qué genial sería esta vida si no hubiera ocurrido. Qué feliz sería compartir la soledad conmigo mismo, y no con este batiburrillo de sentimientos que expongo todos los días a mi subconsciente.

Y no lo cambio por la persona, sino por el hecho del que todos vamos a sufrir alguna vez.

Al fin y al cabo, no hay nada peor que querer a quién nunca va a dejar de defraudarte.

D.

sábado, 9 de abril de 2011

avec moi ce soir.

Necesito viajar. Volar. Salir. De perderme de vista un rato.
Intentar ver si en otro lado me entienden. Necesito aislarme. Entenderme y recolocarme.
Necesito que me echen de menos, simplemente por creer que les quiero siempre.

Quiero salir muy, muy lejos. Ver otras cosas. Otras personas. Otras calles. Otros aromas. Otras culturas. Otros climas. Otras sensaciones. Otras ganas de querer disfrutar.
No sé si estoy capacitado para esa cambio, aunque lo necesito.

Pero no lo quiero hacer sólo, necesito salir pero con alguien. Con quién me ría. Con quién me divierta. Con quién ambicione lo mismo que yo. Con quién me siga el ritmo. Con quién tenga ganas de venir, sólo porque quiere fugarse conmigo.
Pero nadie se atreve a dar el paso. Todos se han echado atrás cuándo pretendían huir. Cambiar.

Buscando cada noche. Buscando en el baúl de los recuerdos. Buscando en falsas promesas. Buscando. Así llevo tanto tiempo esperando, y mientras en ese tiempo quiero viajar contigo. Porque no creo tener a nadie. Porque me demuestras ( a veces) que quieres huir de aquí tanto como yo.

No tengo ningún sitio en el que aislarme en el mundo más que entre estas cuatro paredes. Todos los días sale gente a encontrarse en una parte de este mundo, y yo sigo aquí.

Pasan los años y sólo acumulo experiencias, no sensaciones. Por eso toca largarse de aquí, sin decir nada. Andando a pies juntillas y dando nuevos pasos sin retroceder en los anteriores.

Debo alejarme a ver si me va a dar por volver a empezar algo que hace tiempo se terminó.




D.

domingo, 20 de marzo de 2011

la otra mitad.

Todo es subjetivo. Los que están solos y dependen de sí mismo afirman que son los dueños de sus decisiones, de sus palabras y de sus actos. Nadie dirá lo contrario, ni nadie se molestará lo suficiente para tomarselo a mal. Lo que sea que diga o que hagan. Seran libres para hacer lo que la cabeza decida primero, sin consultarlo con la almohada, los amigos o el corazón. Y eso les harán ser ellos mismos.

Los que son mitad de un algo, dirán que es lo mejor que le podía pasar. Esa sensación de vivir en las nubes (sin saber que viven allí pendientes de un hilo), de sentirse lo más afortunada en la faz de la tierra, de sonreír porque allá dónde esté esa persona la está amando, apoyando, consejando, confiando, extrañándolo. Esa sensación de no estar solo, y que no lo puedes estar. La sensación de tener un os labios que te cobijen.

Probablemente en ambos casos siempre hay razones para sonreír en todo momento. Sólo si sabes administrarlo bien. Y también de sentirse mal.

Y es por ello que yo no se cómo conseguir administrarlo bien. Quiero hablar de lo que quiero en cada momento sin qué nadie me lo reproche, pero me importa que le importe.
Quiero que sople el aire en la cara de libertad, y quiero estar dormido cerca de una piel suave y delicada. Quiero ir por la calle sonriendo porque soy plenamente yo. Y quiero ir por la calle sonriendo por llevarte cogida de la mano. Y en todo ese batiburrillo de quieros, se suelen adentrar muchas desolaciones, muchos problemas y muchos pensamientos.


Pero la verdad es que yo tengo que ser libre, porque no puedo formar parte de ser una parte de un algo. No me dí cuenta en dos ocasiones, y acabe pagándolo a cuál precio más alto. Intentarlo cambió mi vida. Y mi forma de actuar en todo. Podría volver a proponermelo, incluso tal vez lo prefiera a esta libertad. Pero la cuestión no es el querer. Sino el poder.


Y yo me he dado cuenta de no saber si podría llevar la carga de depender de alguien, de que dependiese de mí, incluso de satisfacerle en todo momento. Tampoco sería capaz de mantener mis ganas de decir lo que me parece en cada momento sin observar las circunstancias. Ni de arrepentirme por haberlo dicho. Tampoco sería capaz de cambiar mi vida si me lo pidiese. No sería capaz de dedicarle las 24 horas. Ni las 23. Ni irme hasta el fin del mundo sólo para tenerla un rato. Ni llevarte atada a mí forzándome a elegir los momentos.
Pero sobre todo, no estoy dispuesto a quererte más de lo que tú me querrías a mí. Ni por supuesto menos.


Al fin y al cabo, esto es como una ruleta trucada, que siempre que giro la suerte escoge la misma carta. Siempre tú tienes lo que no tienen las demás. Siempre tienes lo que quiero que tengan los demás. Y como si de causalidad, suerte o azar queramos o no nos sentimos atraidos por nuestros polos. Y así chocando hasta el día en que entendamos que nuestra vida no sería lo mismo el uno sin el otro.






D.

sábado, 29 de enero de 2011

autocrítica

Si tuviera que elegir entre lo que mejor me definiría sería una caja cerrada. Llena de ilusiones y propósitos, de enigmas y misterios, llena de ganas de ser abierta para disfrutar de la cara de satisfacción de ser y hacer feliz. Pero no se abre. Ni pretende ser abierta. No tengo el valor de hacer algo que mi vida cambie.
Todo lo que pretendo conseguir seguramente lo podría lograr, pero no doy ese paso. Me gusta decepcionarme.

No se como soy, no puedo ni entenderme como me pasa eso. Como podría hacer tantas cosas y sin embargo, estoy aquí escribiendo. Como podría querer sentir cualquier cosa, menos la que siento.

Un derrochador de oportunidades. Aún consciente en el momento de que me arrepentiré de no hacerlo, lo hago. Y van unas cuántas, demasiadas diría yo. Todas sin explicación. No importa perder cuando puedo luchar.

Un quiero y no quiero, que luego se arrepiente de no haber querido.
 Nada me llena. Nada me satisface. Nada ni nadie me hace sentirme bien. Convirtiéndome en una persona que quiere estar así porque nadie la va a comprender. Ni yo mismo.

 La gente que tenía ya no está. Probablemente porque he intentado buscar ser alguien huyendo de lo qué no podía soportar seguir viviendo sin tenerlo.  Probablemente porque con algunas personas me la jugué a una sola carta y hace tiempo que la perdí. Probablemente por ser tan estúpido. Probablemente porque soy así o porque me lo merezco.


Soy realmente manejable, cambiante, arrogante, conformista, mediocre, exigente, ilusionante, decepcionante, y ahora, no soy nada. Ni nadie. Ni de nada. Ni de nadie.

 Y aunque no quiera, aunque no pueda evitarlo soy dependiente de tres cosas: por las personas que me quieren, por las personas a las que quiero querer y por tí.



Pero hoy ni yo me quiero a mí mismo. El tiempo escapa...y yo con él.





D.

domingo, 16 de enero de 2011

indefinido.


Y ya no se en que pensar, en que lugar de mi cabeza debería permanecer. En dónde debería meterme. Esa misma que va dando tumbos y de vez en cuando acaba acordandose de tu olor, de tu piel seca y pálida, de tus ojos, de tu tono de voz cuando era yo quién salía de tu boca.

Y aún peor me recuerda que aunque no quiera me faltas, que aunque no quiera, habrá que buscarte sustituta. Para que vayamos alejándonos uno del otro en silencio. O tirarme un tiempo buscandome a mí mismo, llegando a conocerme como no lo hecho aún.


También aparece aquella que te hace olvidar. Esa que busco pero a la vez la única que no me merece. Odio que también sea tan inteligente, aunque ella tiene suerte, tanta.
 El inconveniente es que si yo fuera tú también me alejaría, también huiría de una vida de rutina, de una vida de simplicidades. El problema es que eres todo lo que yo busco y haces daño sin quererlo, por eso jamás me enfadaría contigo. Ni aunque quisiera.


El problema es que yo, soy solamente eso, yo. Simple. Sin gracia. Un cúmulo de falsas promesas, de soledad, de falta de ambición, de planes sin concretar, con la cabeza en no se dónde. ¿Y quien me va a buscar si yo no me conozco aún? Es curioso que ahora que estoy libre, deseaba estarlo..pero al serlo me siento vacío. Acompañado unicamente de mí mismo, y lo que quiero es ser la mitad de algo. De alguien que aunque me vaya a hacer daño, ahora mismo esté para que le cuente lo absurda que es mi vida y que se ría como una tonta.



Antes se me daba bien escribir, ahora como veis, no valgo ni para eso.



No se que me está pasando. Pero este no soy yo. No debería serlo. Pero hasta que encuentre, deberá ser mi único acompañante allá a donde vaya...







D.