jueves, 31 de julio de 2014

Postal desde el interior

Me quieres. Pero detestas hacerlo.
No me quieres dejar libre. Pero no puedo estar contigo.
Te molesta que intente seguir adelante con otra persona. Aunque tú no quieras serla.
Me pides disculpas porque te quiera. Y aún así sigues sacando tiempo para hacerme volar.
Me pides que después de toda nuestra historia, siga ahí, que no te deje, que no me rompa de dolor.

Esta vida se vive una vez. Y no sabemos cuando sera nuestro final, y aún así solo piensas en ello. En cómo acabará todo sin haber empezado nada. Empiezo a pensar si seguir con nuestro sinsentido.

Te vas, y como quien oye llover. Te vas, y aún así no piensas en permanecer. Te vas, y al final soy el único que va a echar de menos. Porque la diferencia es que yo he superado mis miedos, y para mi suerte o desgracia confío en ti. Yo sí intento aprovechar cada resquicio de tiempo para poder verte.
Nunca podré entenderte porque lo que me dicen tus miradas y tu boca son totalmente diferentes. Ya no sé a quien creer.
Sólo decirte que te voy a echar de menos. Cada uno de los días. Y a que a la vuelta mi corazón seguirá perteneciéndote, el resto de mí será una incógnita.

Ahora sí y en serio te lo digo. Eres libre. Espero que encuentres a alguien que no consiga darte tanto miedo como yo, con el que no mires tanto el futuro, con quien no tengas días de dudas y temores. Ya me has dejado bastante claro que yo no soy esa persona. No te apiades de mí. Las cosas si no se sienten no se puede obligar a sentirlas.
Y si alguna vez decides arriesgarte prometo que estaré aquí para que tengas una apuesta segura.

Puedo darte las gracias en que al final me has echo ver que soy de esas personas que no tienen miedo a tener las emociones a punto de salirse de la piel e ignorar a todos aquellos que dicen que eso es malo, porque es mentira. Aquí siempre serán bien recibidos aquellos que se dejen emocionar.
Yo como buen gilipollas seguiré aquí, perdiendo días solo para hacerte sonreír.
Atentamente tuyo,



D.

miércoles, 9 de julio de 2014

Ni tú ni yo.

    Has entrado, como quién te pregunta si puede pasar cuándo ya está dentro, sin hacer mucho ruido.
    Has penetrado y ahora estás en las capas más profundas de mi piel, en mi propia sangre, has ido directa al corazón donde te gusta devorarme, donde aceleras cada latido, dónde provocas infartos a cada segundo
    Ya no soy yo. Eres tú. Quien dirige, quien controla y acecha, has invadido mis órganos internos, mi cerebro no deja de pensar en ti y mi hígado sufre cada vez que intento contrarrestar tu ausencia con alcohol. Te has adueñado de cada pensamiento.
    Tú mandas.
    Decidirás en que momento respirar y cuando dejar de hacerlo. Me dejas sin aire, te llevas cada molécula de oxígeno de mi cuerpo. Perdona que ya no diga nada, mis palabras se pierden y desaparecen. Dónde agonizo a tu antojo.
    Quédate con este cuerpo. Ya sé que es para tí, lo sé, ya lo he entendido. Es tuyo. Haz con él lo que quieras.
    Pero, por favor. Por favor.
    Si no quieres que siga aquí, mátame ahora. Porque ya no puedo soportarlo.
    Tu juego no deja de dolerme, y yo hace tiempo que decidí no jugar.
    Si no te quieres quedar, sólo te pido una cosa. Odíame. Pero no me hagas creer que sigo ahí.
    O quiéreme. No te pido algo tan díficil. Hubo momentos en los que lo hiciste.
    Sonríe cada vez que pienses en mí. Cada vez que cierres tus ojos.
    Muérete por verme. Llámame a todas horas. Hablame hasta de lo más insignificante que te ocurra. Demuéstramelo.
    ¿Que es lo que te pido? ¿Acaso es mucho? ¿O es lo mismo que me pides a mí?
    Te pido que me quieras, que me digas que me quieres, que estás dispuesta a arriesgarte, que quieres follarme cada vez que te cruces conmigo.
    No pido nada que no hayas hecho antes. Ahora sólo quiero que sea a mí. Que te vuelvas loca. Que sueñes conmigo. Que mires mi número en tu teléfono. Que te desesperes por mí.
    Te digo. Quiéreme. A mí.
    Y puede que a lo mejor esté dispuesto a arriesgarme.




D.