lunes, 30 de mayo de 2011

callejero de mí.

Lunes. Las pocas de cada mañana. Como cada día salgo hacia adentro para pasearme un rato.

Empiezo en mi calle. Siempre cuesta arriba. La tomes por donde la tomes. Hay que joderse.

Enseguida llego a la Avenida Ilusión, una preciosa vía arbolada y llena de bombillas de esas que se apagan en cuánto se encienden. Desemboca por un lado en el Callejón de los Listillos, presidido por la estatua homenaje a todos los "Ya te lo dije", y por otro lado, en la Plaza de la Gran Hostia, con su placa conmemorativa al último "No lo haré más".
Cada día más grande, a este paso llegaremos a hacer el paseo de la fama de los errores.

Conozco varios atajos que llevan diretamente a los suburbios de la Felicidad, pero hoy no los voy a usar. No por nada, sino porque ese tipo de tráfico siempre acaba cobrando un peaje, y hoy me dejé la cartera en casa.

En vez de eso, tiro derecho al Túnel del Miedo, siempre en reparación. No sé cuándo van a erminar esas obras. Así no me extraña que siempre acabe atascado, lento, muerto. Es por eso quizá que no tiene más de un agujero, y que nunca jamás acaba llevándote a ningún lado.

Intento evitar la parálisis desviándome hacia la Autopista del Sexo, y como no podía ser de otra manera, me paso de salida.
A estas alturas ya me voy dando cuenta de que todos van llegando a la Urbanización de los Felizmente Casados menos yo. En fin, da igual.

Creo que voy por mi Calzada Femenina, lo sé porque no paro de dar vueltas y vueltas por innumerables rotondas que no llevan jamás al punto al que creía dirigirme. Sí, así es, acabo de pasar de un simple carril de ida, a ocho carriles en cuatro sentidos con diez vías de retorno al punto cero.

Voy a preguntar. Intento parar a alguien que no sólo no responde a mi pregunta, sino que me escupe en el parabrisas, me pincha una rueda, me mete el dedo en el ojo y me dice que por aquí no vuelva más. Esto es la Ronda de las Ex.
Las malas lenguas dicen que, aprovechando que corre paralela al Río de Lágrimas, quieren cubrirla entera y convertirla en un Paseo de Soledad; pero eso depende de que no haya suficientes Fondos de Compensación.

Sal de aquí. Pero ya.

Llegó a otro cruce de cables, tengo la sensación de que debo andar cerca. Esto me suena, ah sí, antes era la Calle del Amor Eterno, pero ahora la cambian de nombre. Cada cien metros.

Al final, sigo palante. Y lo hago porque sé que tras un paso a nivel, kilómetros sin pavimentar, miles de socavones y varios callejones sin salida vuelvo a encontrarme con  uns sonrisa que me muerde los morros, y me hace la misma pregunta de siempre.

Y yo para qué te regalé un GPS.







D.

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